Las plumas de ave y los objetos elaborados con este elemento gozaban de gran aprecio en tiempos prehispánicos. Su uso era casi exclusivo de las clases altas (gobernantes, sacerdotes y guerreros), pues obtenerlas implicaba de esfuerzo, tiempo de espera para su recolección; comercio y tributo, por lo que portarlas era signo de poder y divinidad.
Tenochtitlán contaba con un grupo de artesanos llamados amantecas, que se dedicaban a la elaboración de todo tipo de artefactos, ya fuera ornamentales, vestimenta militar o para ofrendas. Esta labor se desarrollaba directamente al servicio del gobernante dentro del palacio, o desde sus talleres, donde se producían desde tocados y prendas de vestir hasta escudos y ?yelmos?.
Huitzilopochco, tras ser derrotado por Izcóatl en 1428, fue obligado a tributar productos que obtenía de su entorno o bienes elaborados con ellos, entre los que se encontraban trajes de guerrero y escudos elaborados con plumas y oro, a sabiendas de que el entorno lacustre contaba con diversas aves de las que podía abastecerse y de que los huitzilopochcas eran diestros en las artes plumarias. Además de ello, siendo Huitzilopochco uno de los centros comerciales más importantes de la cuenca de México, a través de esta actividad, se abastecía del material requerido para satisfacer la necesidad tributaria. De esta forma, además de las plumas de colibrí, pato, garza, búho, águila, etc. que obtenía de la avifauna local, conseguía plumas a través del trueque o comercio de espátula rosada, guacamaya, azulejo y zanate, entre otras. Es casi seguro que Huitzilopochco contara con talleres propios de amantecas, que producían los objetos para después ser transportados a Tenochtitlán, a diferencia de éste, donde los artesanos trabajaban dentro de las casas del gobernante con las plumas de las aves vivas tributadas por los pueblos, principalmente del suroeste.
Una muestra de lo anterior la encontramos representada en las láminas del códice Mendoza, donde se observan los bienes y especies que deben ser entregadas como pago a Tenochtitlán por parte de los pueblos sojuzgados, mientras que en el códice Florentino se observa la comercialización y elaboración de bienes con la pluma de coloridas aves.
Norma Elena Rodríguez Hernández
Investigadora del MNI-INAH