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Durante las batallas del valle de México (agosto-septiembre de 1847), fue claro para los habitantes de la capital que el general Antonio López de Santa Anna abandonó frente al enemigo, en todos los combates, a los voluntarios de las guardias nacionales para que fueran aniquilados, mientras él huía del campo de batalla con los mejores cuerpos del ejército permanente. Con ello, la traición quedó en evidencia a los ojos del ciudadano común, que juró odio eterno a Santa Anna y que, en efecto, sigue vivo hasta nuestros días. Sin embargo, ese odio se extendió al ejército, que después de la guerra tuvo que cargar con un total desprestigio. Ejemplo de ello son dos artículos aparecidos en El Monitor Republicano de 23 y 25 de mayo de 1848, poco después de que fuera aprobado el Tratado de paz por el que se perdió la mitad del territorio nacional:

?Sumo disgusto ha causado la noticia de que el gobierno colocará en Guadalupe 3000 hombres para que entren a ocupar México al ser evacuado por los americanos. La fuerza permanente ha dejado muy desagradables recuerdos, está muy mal vista y aún odiada.?
?Ayer al pasar por una de las calles del Relox oímos decir a los hombres del pueblo: si entran los permanentes los apedreamos; ya estamos preparados. El supremo gobierno y el del Distrito, deben evitar los males que originaría que el pueblo reciba a la tropa permanente a pedradas.?

Faustino Amado Aquino Sánchez
Investigador del MNI-INAH

Imagen: Uniformes del ejército mexicano, 1847

Histórico del Breviario Cultural

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