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Acerca de:

Esta mujer nació el 12 de octubre de 1822 en San Carlos, Tamaulipas, perteneció a una familia acomodada, su padre fue Cristóbal Zozaya Flores, un importante hacendado, y su madre María Gertrudis Valdés del Valle, siendo originaria de Villa Real de Borbón. Poco se sabe de su infancia, solo que fue llamada en la familia como ?la Chepita?, creció en compañía de sus hermanos mayores Vicente, José Francisco Javier, y María Francisca de Paula.

A partir de 1827 cambio de nombre a Villagrán, ubicado en Nuevo León, a poca distancia de la ciudad de Linares. Al contar con trece años, su madre murió, recibiendo a tiempo los sagrados sacramentos, cuando cumplió dieciocho años, en 1840, contrajo matrimonio en la parroquia de su pueblo natal con Manuel Urbano de la Garza Flores, originario de lampazos, Nuevo León. Ambos se establecieron en Villagrán y allí nacieron sus hijas: Juana Romana del Refugio y María Trinidad.

En octubre de 1844, su esposo cayó enfermo, a los pocos días falleció de una fiebre. Decidió dejar la vida rural, en el pueblo de Villagrán, Tamaulipas para emigrar a Monterrey en 1845, donde ocupó una enorme casa, frente a la catedral, propiedad de su difunto marido. En junio de 1846 tuvo noticias del avance de las tropas norteamericanas a la capital de Nuevo León, donde comenzaron los trabajos de fortificación. Entonces decidió defender la ciudad de Monterrey y con sus hijas, permaneció en su casa para enfrentar la situación. Este lugar formó parte del último recinto defensivo del plan de combate del General Pedro de Ampudia, ya que desde ahí se podía dominar y observar el paso de varias calles. Los primeros enfrentamientos se dieron en los fortines y suburbios; luego los norteamericanos avanzaron hacia el interior, donde sufrieron la más grande derrota en los callejones del oriente de la ciudad norteña.

Desde la casa de Josefa, los soldados mexicanos respondieron al tiroteo y el combate se generalizó por entre los techos. Las municiones se agotan y escasean los pertrechos en las tropas mexicanas. Ante esta situación, Chepita sube a la azotea y esquivando las balas del enemigo lleva pólvora y balas a los que necesitaban, lo que entusiasmo a los combatientes. Este acto heroico sirvió para aprovisionar a los soldados, logró infundirles ánimo en la lucha, e inyectó nuevos alientos a los defensores. El retiro de las tropas enemigas se dio en este lugar y continúo su avance hacia otras ciudades. Josefa prosiguió viviendo en su casa, pero en corto tiempo enfermo y murió en 1860.

Ranulfo Gaspar Hernández
Investigador del MNI-INAH

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